«Novelas ejemplares (I)» de Cervantes

Resultado de imagen de novelas ejemplares wikipediaEste verano me he propuesto hacer una especie de intensivo de lectura de clásicos, especialmente (aunque no solamente) de la literatura española. Quién me ha visto y quién me ve.

Las Novelas ejemplares son una serie de novelas cortas que Miguel de Cervantes escribió entre 1590 y 1612, y que publicaría en 1613 en una colección impresa en Madrid por Juan de la Cuesta, dada la gran acogida que obtuvo con la primera parte del Quijote. Gracias, Wikipedia.

Respecto al curioso calificativo de «ejemplares«, el propio Cervantes ofrece una ambigua aclaración en el prólogo del libro:

Heles dado el nombre de ejemplares, y si bien lo miras, no hay ninguna de quien no se pueda sacar algún ejemplo provechoso; y si no fuera por no alargar este sujeto, quizá te mostrara el sabroso y honesto fruto que se podría sacar, así de todas juntas como de cada una de por sí.

Hay quien las divide entre las idealistas (influencia italiana, enredos amorosos, etc. En este post, La española inglesa y El amante liberal) y las realistas (La gitanilla, Rinconcete y Cortadillo) Como viene siendo costumbre, mientras leía el libro fui marcando algunas frases o diálogos que me parecieron especialmente destacables para dejarlas aquí en el blog, inmortalizadas para el resto de la Historia.

(los resúmenes las he sacado del Blog de Culturilla)

La gitanilla

Resultado de imagen de cervantes la gitanilla

PLANTEAMIENTO: Una joven gitana, de nombre Preciosa, asombra a todo el mundo por su gracia al cantar y bailar. Un día caminando por el campo, un joven caballero, Don Juan, que la ha visto en una fiesta, dice estar enamorado de ella. Le pide en casamiento, pero ella le dice que si quiere que sea su esposa deberá vivir como ella durante dos años, argumentándole que así se verá si realmente es amor lo que siente o es solo una ilusión pasajera. Don Juan acepta el trato y pasa a ser un gitano más llamándose Andrés Caballero.

En un momento dado, cuando Andrés ve que Preciosa se está dejando cortejar por otro hombre que se encuentran en el camino, estalla en un ataque de celos con una exclamación muy romántica, ante lo que ella le replica:

– ¡Ah, Preciosa, Preciosa, y cómo se va descubriendo que te quieres preciar de tener más de un rendido! Y si esto es así, acábame a mí primero y luego matarás a este otro, y no quieras sacrificarnos juntos en las aras de tu engaño, por no decir de tu belleza.

– ¡Válame Dios -­respondió Preciosa­-, Andrés, y cuán delicado andas, y cuán de un sotil cabello tienes colgadas tus esperanzas y mi crédito, pues con tanta facilidad te ha penetrado el alma la dura espada de los celos! (…) Mira, Andrés, no me pesa a mí de verte celoso, pero pesarme ha mucho si te veo indiscreto.

Más adelante, Andrés y el otro hombre hacen una especie de juego, consistente en improvisar unos versos encadenándolos entre sí. Finalmente, la misma Preciosa se suma al juego con este poema, que me ha parecido digno de incluirse en esta breve reseña, en el que demuestra ser una mujer humilde pese a saberse tan bella:

En esta empresa amorosa,
donde el amor entretengo,
por mayor ventura tengo
ser honesta que hermosa.
La que es más humilde planta,
si la subida endereza,
por gracia o naturaleza
a los cielos se levanta.
En este mi bajo cobre,
siendo honestidad su esmalte,
no hay buen deseo que falte
ni riqueza que no sobre.
No me causa alguna pena
no quererme o no estimarme;
que yo pienso fabricarme
mi suerte y ventura buena.
Haga yo lo que en mí es,
que a ser buena me encamine,
y haga el cielo y determine
lo que quisiere después.
Quiero ver si la belleza
tiene tal prerrogativa,
que me encumbre tan arriba,
que aspire a mayor alteza.
Si las almas son iguales,
podrá la de un labrador
igualarse por valor
con las que son imperiales.
De la mía lo que siento
me sube al grado mayor,
porque majestad y amor
no tienen un mismo asiento.

 

El amante liberal

Resultado de imagen de cervantes el amante liberal

PLANTEAMIENTO: Ricardo y Leonisa coinciden en un viaje que les llevara hacia nuevas tierras. Ricardo es un joven negociante y Leonisa va a reunirse con su prometido Cornelio. En el barco se conocen y una fuerte amistad empieza a fraguarse entre ellos. Pero una  tormenta destroza la flota y los barcos zozobran. Ricardo se ve a salvo pero cree que Leonisa ha desaparecido ahogada en el mar. Ricardo llega a las costas de Chipre y allí es tomado prisionero por las tropas musulmanas de la isla.

Al igual que en la novela anterior, el primer fragmento que me llamó la atención fue el de un arrebato de celos, en este caso de Ricardo contra Leonisa, a quien se encontró con su prometido Cornelio. Así lo relata Ricardo:

Pero no tardó mucho en despertar el enojo a la cólera, y la cólera a la sangre del corazón, y la sangre a la ira, y la ira a las manos y a la lengua. Puesto que las manos se ataron con el respecto, a mi parecer, debido al hermoso rostro que tenía delante, pero la lengua rompió el silencio con estas razones: »Contenta estarás, ¡oh enemiga mortal de mi descanso!, en tener con tanto sosiego delante de tus ojos la causa que hará que los míos vivan en perpetuo y doloroso llanto. (…) Acaba ya de entregarte a los banderizos años dese mozo en quien contemplas, porque, perdiendo yo la esperanza de alcanzarte, acabe con ella la vida que aborrezco. (…) En los pocos años está la inconstancia mucha; en los ricos, la soberbia; la vanidad, en los arrogantes, y en los hermosos, el desdén; y en los que todo esto tienen, la necedad, que es madre de todo mal suceso. Y tú, ¡oh mozo!, que tan a tu salvo piensas llevar el premio, más debido a mis buenos deseos que a los ociosos tuyos, ¿por qué no te levantas de ese estrado de flores donde yaces y vienes a sacarme el alma, que tanto la tuya aborrece? Y no porque me ofendas en lo que haces, sino porque no sabes estimar el bien que la ventura te concede.

El siguiente párrafo tiene más que ver con un momento de desesperación. Ricardo relata su reacción cuando le contaron que su amada Leonisa había perecido en el mar:

Lo mismo, me dijeron después, que había sucedido a Leonisa, porque la vieron caer de la escala a la mar, y que Yzuf se había echado tras della y la sacó en brazos. Esto me contaron dentro de la galeota de mi amo, donde me habían puesto sin que yo lo sintiese; mas, cuando volví de mi desmayo y me vi solo en la galeota, y que la otra, tomando otra derrota, se apartaba de nosotros, llevándose consigo la mitad de mi alma, o, por mejor decir, toda ella, cubrióseme el corazón de nuevo, y de nuevo maldije mi ventura y llamé a la muerte a voces; y eran tales los sentimientos que hacía, que mi amo, enfadado de oírme, con un grueso palo me amenazó que, si no callaba, me maltrataría. Reprimí las lágrimas, recogí los suspiros, creyendo que con la fuerza que les hacía reventarían por parte que abriesen puerta al alma, que tanto deseaba desamparar este miserable cuerpo.

Por último, unas frases de consuelo que Mahamut, un joven turco, le dedica a Ricardo, con quien acaban trabando una gran amistad, y que incluye una de las frases más célebres de las Novelas ejemplares, «lo que se sabe sentir se sabe decir»:

-Ahora he hallado ser verdadero -dijo Mahamut-, lo que suele decirse: que lo que se sabe sentir se sabe decir, puesto que algunas veces el sentimiento enmudece la lengua; pero, comoquiera que ello sea, Ricardo, ora llegue tu dolor a tus palabras, ora ellas se le aventajen, siempre has de hallar en mí un verdadero amigo, o para ayuda o para consejo. (…) Y, puesto que tú no quieras ni ser aconsejado ni favorecido, no por eso dejaré de hacer lo que te conviniere, como suele hacerse con el enfermo, que pide lo que no le dan y le dan lo que le conviene.

 

Rinconcete y Cortadillo

Resultado de imagen de cervantes rinconete y cortadillo

PLANTEAMIENTO: Dos muchachos de apenas dieciséis años llamados Pedro del Rincón y Diego Cortado se encuentran en una venta en el camino de Toledo a Andalucía, ambos han huido de sus casas apartándose de los malos tratos y necesidades. Están desarrapados pero mantienen una apariencia de vestimenta de caballeros, se dan a conocer y pronto se hacen amigos y deciden seguir juntos su camino hasta la ciudad de Sevilla en la que no dudan encontraran trabajo. La vida les ha hecho de ágil inteligencia y picaros conocimientos así que rápidamente se las ingenian para sobrevivir y ven más fácil dedicarse al menudeo de hurtos que el trabajar como mozos de carga, en lo que estaban instalados.

De esta novela, de estilo muy picaresco (como el Lazarillo de Tormes), la verdad es que no encontré muchos párrafos que me llamaran la atención; se centra más en lo divertido de las situaciones. Aun así, un par de cosillas sí voy a compartir.

La primera, muy sencilla. Una brevísima reflexión sobre las discusiones dentro de la amistad:

Que las riñas entre los que bien se quieren son causa de mayor gusto cuando se hacen las paces.

La segunda, un curioso diálogo con el que comienza la amistad entre los dos pícaros:

R: – ¿Y sabe usted algún oficio?

C: – No sé otro sino que corro como una liebre, y salto como un gamo y corto con la tijera con mucha delicadeza.

– Si yo no me engaño, otras habilidades tiene vuestra merced ocultas y no las quiere manifestar.

– Sí las tengo, pero no son para decirlas en público.

– Pues para obligar a vuestra merced a que descubra su corazón y se sincere conmigo, le quiero descubrir primero el mío; porque imagino que por algo nos ha juntado aquí la suerte, y pienso que seremos, desde ahora en adelante, verdaderos amigos.

 

La española inglesa

Resultado de imagen de cervantes la española inglesa

PLANTEAMIENTO: Un noble inglés de nombre Clotaldo encuentra a una niña de unos siete años durante el saqueo de la ciudad de Cádiz en 1569. Clotaldo consigue esconderla y sacarla de Cádiz llevándola a Inglaterra junto a su mujer y su hijo Ricardo, que a la sazón tendría unos diez o doce años. La familia de Clotaldo es cristiana pero deben ocultarlo en la Inglaterra protestante de la época. Con el tiempo, Isabel y Ricardo se enamoran y deciden casarse en contra de la opinión de Clotaldo que tiene para Ricardo a una noble dama escocesa como futura esposa. Es tal la belleza de Isabel que su fama llega hasta la reina Elisabeth que pide conocerla, al conocerla la nombra doncella real y se la queda en palacio. La reina pide a Ricardo que para que le sea concedida la mano de Isabel debe realizar algunas hazañas que prueben su valentía,

La española inglesa es, de las cuatro novelas, la que más me ha gustado. Me ha parecido muy completa; tiene hazaña bélica, triángulo amoroso, intriga y mucho romanticismo clásico. Además, me ha dado la sensación de que narrativamente Cervantes se luce mucho más que en las otras.

En este fragmento, Cervantes describe una de las «apariciones públicas» de Isabela, subrayando el gran impacto que suponía para la multitud el tener ante sus ojos una belleza de ese calibre:

Y se adelantó Isabela; y como quedó sola, pareció lo mismo que parece la estrella o exhalación que por la región del fuego en serena y sosegada noche suele moverse, o bien así como rayo del sol que al salir del día por entre dos montañas se descubre. Todo esto pareció, y aún cometa que pronosticó el incendio de más de un alma de los que allí estaban, a quien Amor abrasó con los rayos de los hermosos soles de Isabela… Un cielo estrellado, cuyas estrellas eran las muchas perlas y diamantes que Isabela traía, su bello rostro, y sus ojos el sol y la luna, y toda ella una maravilla de hermosura

Cuando la Reina manda a Ricaredo a demostrar, con hazañas, que es merecedor de tomar a Isabela por esposa, tiene lugar esta escena tan conmovedora para todos los presentes:

Besó las manos Ricaredo a la reina, estimando en mucho la merced que le hacía, y luego se fue a hincar de rodillas ante Isabela; y, queriéndola hablar, no pudo, porque se le puso un nudo en la garganta que le ató la lengua y las lágrimas acudieron a los ojos, y él acudió a disimularlas lo más que le fue posible. Pero, con todo esto, no se pudieron encubrir a los ojos de la reina, pues dijo:

No os afrentéis, Ricaredo, de llorar, ni os tengáis en menos por haber dado en este trance tan tiernas muestras de vuestro corazón: que una cosa es pelear con los enemigos y otra despedirse de quien bien se quiere. Abrazad, Isabela, a Ricaredo y dadle vuestra bendición, que bien lo merece su sentimiento.

Isabela, que estaba suspensa y atónita de ver la humildad y dolor de Ricaredo, que como a su esposo le amaba, no entendió lo que la reina le mandaba, antes comenzó a derramar lágrimas, tan sin pensar lo que hacía, y tan sesga y tan sin movimiento alguno, que no parecía sino que lloraba una estatua de alabastro. Estos afectos de los dos amantes, tan tiernos y tan enamorados, hicieron verter lágrimas a muchos de los circunstantes.

Cuando Ricaredo parte, a Isabel la invade una extrema soledad, y él, por su parte, se encuentra con un dilema moral que me pareció muy bien expresado:

Quedó Isabela como huérfana que acaba de enterrar sus padres, y con temor que la nueva señora quisiese que mudase las costumbres en que la primera la había criado. En fin, se quedó, y de allí a dos días Ricaredo se hizo a la vela, combatido, entre otros muchos, de dos pensamientos que le tenían fuera de sí: era el uno considerar que le convenía hacer hazañas que le hiciesen merecedor de Isabela; y el otro, que no podía hacer ninguna, si había de responder a su católico intento, que le impedía no desenvainar la espada contra católicos; y si no la desenvainaba, había de ser notado de cristiano o de cobarde, y todo esto redundaba en perjuicio de su vida y en obstáculo de su pretensión.

Pero, en fin, determinó de posponer al gusto de enamorado el que tenía de ser católico, y en su corazón pedía al cielo le deparase ocasiones donde, con ser valiente, cumpliese con ser cristiano, dejando a su reina satisfecha y a Isabela merecida.

Durante la ausencia de Ricaredo, uno de los cortesanos trata de conquistar a Isabela. Ella se mantiene fiel a Ricaredo, lo cual hace desesperar a este nuevo pretendiente, quien decide envenenar a la doncella para terminar con el tormento de no poder tenerla. Afortunadamente, Isabela no muere, pero pierde (temporalmente) gran parte del atractivo físico que tenía. Y aquí nos encontramos otro alegato de Cervantes en favor de un amor que puede, al final, ir más allá de la simple atracción física:

Estas tristes nuevas oídas de Ricaredo, le pusieron en términos de perder el juicio: tales eran las cosas que hacía y las lastimeras razones con que se quejaba. Finalmente, Isabela no perdió la vida, que el quedar con ella la naturaleza lo comutó en dejarla sin cejas, pestañas y sin cabello; el rostro hinchado, la tez perdida, los cueros levantados y los ojos lagrimosos. Finalmente, quedó tan fea que, como hasta allí había parecido un milagro de hermosura, entonces parecía un monstruo de fealdad. Por mayor desgracia tenían los que la conocían haber quedado de aquella manera que si la hubiera muerto el veneno. Con todo esto, Ricaredo se la pidió a la reina, y le suplicó se la dejase llevar a su casa, porque el amor que la tenía pasaba del cuerpo al alma; y que si Isabela había perdido su belleza, no podía haber perdido sus infinitas virtudes.

-Así es -dijo la reina-, lleváosla, Ricaredo, y haced cuenta que lleváis una riquísima joya encerrada en una caja de madera tosca; Dios sabe si quisiera dárosla como me la entregastes, pero, pues no es posible, perdonadme: quizá el castigo que diere a la cometedora de tal delito satisfará en algo el deseo de la venganza.

Más tarde, los padres de Isabela deciden mandarla de nuevo a España. Ricaredo se queda en Inglaterra, donde si padre, por segunda vez, trata de concertarle una boda con una doncella escocesa. Ricaredo lo relata así a su amada:

(…)  -Isabela de mi alma: mis padres, con el grande amor que me tienen, aún no bien enterados del mucho que yo te tengo, han traído a casa una doncella escocesa, con quien ellos tenían concertado de casarme antes que yo conociese lo que vales. Y esto, a lo que creo, con intención que la mucha belleza desta doncella borre de mi alma la tuya, que en ella estampada tengo. Yo, Isabela, desde el punto que te quise fue con otro amor de aquel que tiene su fin y paradero en el cumplimiento del sensual apetito; que, puesto que tu corporal hermosura me cautivó los sentidos, tus infinitas virtudes me aprisionaron el alma, de manera que, si hermosa te quise, fea te adoro; y, para confirmar esta verdad, dame esa mano.

Esta novela la termina Cervantes con una especie de párrafo conclusivo, a modo de «moraleja» al más puro estilo «y colorín, colorado»:

Esta novela nos podría enseñar cuánto puede la virtud, y cuánto la hermosura, pues son bastantes juntas, y cada una de por sí, a enamorar aun hasta los mismos enemigos; y de cómo sabe el cielo sacar, de las mayores adversidades nuestras, nuestros mayores provechos.

Acerca de jmangles

Comunicador. Escribo y trabajo en audiovisuales! Más sobre mí en www.jmangles.com
Esta entrada fue publicada en Literatura y etiquetada , , , , , , , , , , . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario